El botellón favorece la
comunicación
El sociólogo Javier Elzo
afirma que divertirse en grupo en la calle aleja a los jóvenes de los locales
de pastilleo
“Si se
garantiza el descanso del vecindario, el botellón humaniza las relaciones y no
lleva a beber más”
MARICEL
CHAVARRÍA - 06/12/2003
Barcelona
Una vez garantizado el derecho de los vecinos a dormir, el botellón es una vía
que evita el estado patológico en el que los jóvenes se divierten hoy, en
locales cerrados, con una música ensordecedora y haces de luz que producen una excitación
anímica que les lleva a beber compulsivamente y a tomar pastillas para
aguantar. ¡Esto es un desastre!”, sostiene el sociólogo y catedrático de la
Universidad de Deusto Javier Elzo. En opinión de este especialista en la
juventud española, el botellón favorece una comunicación más profunda, humaniza
las relaciones e incluso “evita que los encuentros sexuales tengan lugar sobre
la taza del water de estos antros”.
NO SE DIVIERTE MÁS QUIEN MÁS BEBE. “Los que no están de acuerdo
argumentan que con el botellón los jóvenes beben mucho más. Lo dudo”, dice Elzo,
quien ha dirigido seis investigaciones sobre drogas y prepara un libro sobre
violencia juvenil. “Las estadísticas demuestran que los que más beben no son
los que dicen haberlo pasado mejor. Hace falta una política preventiva que les
obligue a controlar y a evitar que molesten a los vecinos. Superado esto, el
botellón les permite poner su música y controlar el nivel de comunicación y el
consumo de alcohol. ¿Dónde está el problema? Si es un guateque...”
EL DESCANSO DEL VECINDARIO. Según Elzo, el problema del ruido precisa de
una política a medio plazo para que la gente se acueste antes. “Este debe ser
el objetivo final y no el ruido. Ahora se les saca del recinto urbano, se les
ponen autobuses, se les controla el nivel de alcoholemia... es una mera reducción
del daño y, si sólo hacemos eso, oficializamos una práctica nefasta. Que me
explique alguien que no sea comerciante por qué la gente se divierte más de la
1 a las 6 de la madrugada que de las 10 de la noche a las 2.
CUARENTONES ABSTENERSE. El problema, advierte Elzo, es que esta situación
se traspasa a la generación adulta. “Asistimos a una adolescentización del
mundo adulto. Hay gente de 40 o 45 años que comienza a frecuentar los mismos
sitios que los jóvenes y éstos tienen la sensación de ser invadidos. ¿Te
imaginas que comienzo a ligar con una mujer que resulta tener tu edad?,
preguntan a sus madres.” En opinión del investigador social, invitado esta
semana a la jornada anual de antiguos alumnos de Esade, una de las
características del modo de diversión
de la juventud española es que se reserva el tiempo (la noche) y el espacio
estanco, separado de los mayores. “Es un fenómeno estrictamente español que no
sucede en el resto de Europa y que proviene de la transición, comienza con la
movida, se traslada a la ruta del bakalao y se acaba instalando en toda la
sociedad a través del principio de prohibido prohibir. En este momento de
asueto están a su aire, son más espontáneos.”
PRETENDIDA AUTONOMÍA. “Las últimas dos generaciones de jóvenes buscan crear
su propio sistema de valores, pero sin ruptura generacional. Es un fenómeno
nuevo: son pretendidamente autónomos y su socialización ya no proviene de la
política, la fe, los estudios, la familia... esto se ha roto por una gran
incertidumbre, y es que el último referente por el que el joven sabe que lo que
recibe es bueno o malo es él mismo, y basándose en algo tan etéreo como si es
útil o guai”.
LIBRES Y FELICES. Los grupos de referencia son, por tanto, sus compañeros.
“No es una influencia mutua de grandes principios, sino de estilos de vida,
preferencias, formas de organizar el tiempo libre, moda...”, observa Elzo, que
como sociólogo aporta también una voz independiente en el debate sobre el
conflicto vasco. “Aun así, los chavales insisten en que la familia es el
espacio donde se dicen las cosas más importantes. Se consideran libres y
felices, en casa les dejan escoger y no tienen conflictos generacionales.
¡Falso! Están atados. La independización tardía no es culpa de la falta de
trabajo ni de la vivienda encarecida. Cuando tienen 18 o 19 años, edad en la
que en Occidente la gente busca emanciparse, sus padres les retienen de todas
las formas habidas y por haber. Y cuando los padres quieren que se vayan porque
tienen sus 25 o 26, han descubierto que se está muy bien en casa, porque al fin
y al cabo se han ido de ella quedándose”.
La Vanguardia 6 de diciembre de 2003