Los costes del progreso

LA EFICIENCIA no debe ser excusa para olvidar la responsabilidad social de la empresa

ANNA LABORDA - 21/01/2004

Lear se fue, ahora se van Philips y Samsung, y ya veremos qué pasa con Nissan. Antes hubo otros casos y luego vendrán algunos más. Las empresas vienen con los salarios bajos y se van con los salarios altos. La mudanza a la que asistimos estaba cantada. Si nuestro país progresa, seguirá el camino que otros han marcado antes. Porque no nos engañemos: ¿qué motivó en su día que Nissan se ubicara en nuestro país? Fueron las mismas razones que hoy hacen atractiva China o Marruecos: salarios bajos para tareas productivas que no requieren gran especialización, es decir, sin un alto valor añadido, y la persecución del máximo beneficio. Hablamos de deslocalización, porque perdemos empleos y producción, pero, para la empresa que trabaja en un mundo global, más bien deberíamos hablar de relocalización. Los costes sociales en pérdidas de empleo son los costes del progreso y un aviso de que nuestro país ya no puede competir en las mismas variables estratégicas que antes. Debemos dar con decisión el paso para competir en calidad y valor añadido. Insistir en mantener salarios reducidos para competir con China sólo nos llevaría a una mayor precarización del mercado laboral, que ya es excesiva.

Creo que el proceso de deslocalización es casi inevitable, pero también creo que existen dos componentes que se deberían considerar desde las administraciones, el sector empresarial, los sindicatos y los particulares.

En primer lugar, la deslocalización podría ir acompañada de un compromiso de recolocación. Trasladar la planta geográficamente es una decisión racional de un agente que no está obligado a ello; toma esa decisión en busca de su máximo provecho. Pero los costes sociales que genera los absorbe la sociedad. Eso no está bien. Los costes de la deslocalización para la empresa están infravalorados y debería internalizar parte de los costes sociales. ¿Cómo? Financiando la formación necesaria y las gestiones que garanticen nuevos empleos de calidad a la plantilla. La eficiencia no debe ser una excusa para olvidar la responsabilidad social de la empresa.

En segundo lugar, me gustaría recordar que la deslocalización no ayuda al crecimiento sostenible. El que sea más eficiente producir en una planta que está situada en la otra punta del planeta se debe a que los costes del transporte están infravalorados: los combustibles fósiles son una fuente de energía no renovable y su uso genera altos costes medioambientales. El crecimiento sostenible debería basarse en pequeñas redes industriales locales, con bajos consumos energéticos, sobre todo de transporte. Si las empresas que esparcen sus plantas a lo largo y ancho de este mundo incorporaran los costes de oportunidad –medidos en destrucción del medio ambiente– que generan, otro gallo cantaría. Pero la respuesta empresarial a la estricta normativa medioambiental de la UE no es la innovación tecnológica que permita reducir emisiones y cumplir con el protocolo de Kioto, sino el traslado de las plantas productivas a países en los que esta norma es laxa o inexistente. Quizá si las empresas no huyeran de su responsabilidad medioambiental el impacto de la deslocalización sería menor.

ANNA LABORDA, profesora de Economía de Esade

La Vanguardia, 21 de enero de 2004

 

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